
Miguel era un estudiante que siempre encontraba formas creativas de evitar estudiar. Un día, su profesor de matemáticas anunció un examen sorpresa.
—¡Pero profesor, eso no es justo! —se quejó Miguel— Necesitamos tiempo para prepararnos.
El profesor sonrió y dijo:
—Tranquilos, haré una excepción. Pueden traer una hoja de papel con todas las fórmulas que quieran.
Miguel vio su oportunidad. En casa, escribió las fórmulas en una hoja, pero luego pensó: ¿Por qué conformarme con poco? Así que consiguió una hoja gigante y escribió todo un resumen del libro.
Al día siguiente, entró al salón arrastrando un enorme cartel de cartulina. El profesor lo miró sorprendido.
—¿Qué es eso, Miguel?
—Mi hoja de fórmulas, profesor. Usted no especificó el tamaño.
El profesor se rió y dijo:
—Tienes razón. ¡Pero veamos si al menos aprendiste algo!
Miguel sonrió confiado… hasta que vio la primera pregunta del examen: «Explique con sus propias palabras cada fórmula que escribió».
Su sonrisa desapareció de inmediato.
Moraleja: Hacer trampa puede parecer ingenioso, ¡hasta que te piden que lo expliques! 🤣
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