
Don Ricardo, un anciano millonario y amargado, reunió a toda su familia en su lecho de muerte para leer su testamento. Todos esperaban heredar una fortuna, así que estaban ansiosos.
El notario empezó a leer en voz alta:
—»A mi hijo mayor, que siempre dijo que yo no sabía administrar mi dinero, le dejo… la satisfacción de haber tenido razón, porque no le dejo nada.»
Los presentes se miraron entre sí, incómodos. El notario continuó:
—»A mi hija, que siempre se quejaba de que nunca le regalé nada, le dejo… el mismo cariño que ella me dio: absolutamente nada.»
La tensión aumentaba. Finalmente, el notario terminó:

—»Y a mi sobrino Javier, que siempre me decía: ‘Tío, cuando te mueras me harás muy feliz’, le dejo… la noticia de que sigo vivo y mas aliviado que nunca .»
Y con una risa burlona, Don Ricardo se quitó la máscara de oxígeno, se levantó de la cama y se fue caminando.
Moraleja: No des por muerto a quien aún puede sorprenderte… y nunca cuentes los pollos antes de que salgan del huevo. 😆
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